Llevaba varios días dándole vueltas a la idea y no me acababa de atrever a concretarla en negro sobre blanco hasta que he leído a Iván Pino hace unos minutos. Como casi siempre que lo leo, se me ha encendido una bombilla (pequeña, pues no soy de grandes ideas).
Hace unas semanas tuve la oportunidad de celebrar, en el mismo día, dos reuniones con dos colegas de profesión a los que tengo gran respeto. Uno ha basado su carrera en el periodismo tradicional mientras que el otro es un consultor de comunicación de carrera que, además, asienta su éxito en el nuevo mundo 2.0.
Ni que decir tiene que sus puntos de vista son antagónicos. Carlos está convencido de que: «Al final, como anunciante y como lector, lo que quieres y lo que te queda -y te marca-, es el papel». Pocos días después, desaparecía el gratuito diario Metro (menos papel, sí).
Mi otro amigo considera que las primeras elecciones que ganó Zapatero se cimentaron en los foros y en la «viralización» de las opiniones en Internet.
Espero que no se ofendan pero no estoy de acuerdo con ninguno aunque ni siquiera voy a quedarme en el cómodo término medio.
Desde mi punto de vista, el futuro de la prensa es Internet. tardará 5 años o 15 pero la imprenta debe ser sustituida (Gracias Guttemberg) por la red. Como en toda revolución industrial (ésta lo es) hay dinamizadores y frenos. Y esta recesión es ambas cosas.
Si me preguntan (nadie lo hace pero lo calzo igual ;-) que cómo veo yo el negocio de la prensa, éste es mi vaticinio, cual Nostradamus-de-pacotilla que soy. A grandes rasgos, veo así el proceso general en el mundo más evolucionado tecnológicamente:
1. La prensa pierde la mayor parte de sus ingresos por publicidad. (Esto ocurre hoy, no invento nada ni a nadie sorprendo)
2. Los editores revisan costes y despiden a una buena parte de su plantilla, fundamentalmente, redactores. (¿Se imaginan que una empresa tecnológica anunciase que va a despedir al 40% de sus INGENIEROS? ¿Alguien la tomaría en serio para el futuro?)
3. Los redactores se buscan la vida. Negocian su salida del medio a cambio de colaboraciones, mas arriesgadas pero que les otorgan más libertad y les permiten disfrutar de mejores horarios.
4. Los redactores se buscan la vida (y 2). Los más avezados deciden publicar «para ellos». O mejor: para sus lectores. ¿Cómo hacerlo bien, rápido y barato? ¡Internet!
5. La publicidad en el periódico sigue menguando, hay menos páginas que redactar y se encargan menos colaboraciones (o se redacta menos, en definitiva).
6. El redactor se mosquea (un poco) y, una vez dentro de Internet, se da cuenta de que puede meter publi en sus espacios. Y no sólo eso: descubre que, por vez primera, puede decidir QUÉ PUBLICAR en función de lo que leen/consumen sus seguidores (que además colaboran con él/ella en mejorar los temas, aportándole comentarios, recomendándole información relevante o incluso promoviendo ese espacio informativo entre sus allegados).
7. El redactor se da cuenta de que gana lo mismo (o más) publicando en su propio espacio. Y que además, tiene más libertad para tratar lo que se le antoje (a él y a sus incondicionales).
8. El periódico se le muere al editor. ¿Más recortes? ¿De dónde?
9. El redactor exitoso 2.0 se da cuenta de que consume más tiempo gestionando la publi (y su comunidad de seguidores) que creando información.
10. El más ambicioso querría maximizar lo que gana y seguir dando buena información. (El concepto «bueno» debe entenderse en su más amplia dimensión). ¡Necesito un especialista!
11. Un nuevo editor 2.0 aparecerá para detectar esos espacios interesantes y, con una estructura más liviana (fuera imprentas y costes de distribución) gestionar la publicidad (online) para que todos ganen, dándole preponderancia al generador de contenidos y a la audiencia.
12. Las empresas tecnológicas harán su parte desarrollando nuevos soportes para consumir la información (o el entretenimiento, que van camino de ser sinónimos)
… Y estos son mis mis cinco centavos, que dicen los anglosajones ;-)